domingo, 24 de marzo de 2019

LECTURA 24 DE MARZO

SEMANA 13 DÍA 1 (JOSUÉ 5-8)

JOSUÉ CAPÍTULO 5

 1 Cuando todos los reyes amorreos al occidente del Jordán y todos los reyes cananeos que vivían a lo largo de la costa del mar Mediterráneo oyeron cómo el SEÑOR había secado el río Jordán para que el pueblo de Israel pudiera cruzar, se desanimaron y quedaron paralizados de miedo a causa de los israelitas.

ISRAEL RESTABLECE LAS CEREMONIAS DEL PACTO

 2 En esos días, el SEÑOR le dijo a Josué: Prepara cuchillos de piedra y circuncida a esta segunda generación de israelitas.
 3 Así que Josué preparó cuchillos de piedra y circuncidó a toda la población masculina de Israel en Guibat-ha-aralot.
 4 Josué tuvo que circuncidarlos, porque todos los hombres que tenían edad suficiente para ir a la guerra cuando salieron de Egipto habían muerto en el desierto.
 5 Todos los que salieron de Egipto habían sido circuncidados, pero no los que nacieron después del éxodo, durante los años en el desierto.
 6 Los israelitas anduvieron cuarenta años por el desierto hasta que murieron todos los hombres que salieron de Egipto y que tenían edad para ir a la guerra. Ellos habían desobedecido al SEÑOR, por eso el SEÑOR juró que no los dejaría entrar en la tierra que había prometido darnos, una tierra donde fluyen la leche y la miel.
 7 Entonces Josué circuncidó a los hijos de esos israelitas —los que habían crecido para tomar el lugar de sus padres— porque no habían sido circuncidados en el camino a la Tierra Prometida.
 8 Después de ser circuncidados, todos los varones descansaron en el campamento hasta que sanaron.
 9 Luego el SEÑOR le dijo a Josué: Hoy he hecho que la vergüenza de su esclavitud en Egipto salga rodando como una piedra. Por eso, ese lugar se llama Gilgal hasta el día de hoy.
10 Mientras los israelitas acampaban en Gilgal, sobre la llanura de Jericó, celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del primer mes.
11 Justo al día siguiente, empezaron a comer pan sin levadura y grano tostado, cosechado de la tierra.
12 El maná dejó de caer el día que empezaron a comer de las cosechas de la tierra y nunca más se vio. Así que, desde ese momento, los israelitas comieron de las cosechas de Canaán.

EL COMANDANTE DEL SEÑOR FRENTE A JOSUÉ

13 Cuando Josué estaba cerca de la ciudad de Jericó, miró hacia arriba y vio a un hombre parado frente a él con una espada en la mano. Josué se le acercó y le preguntó: —¿Eres amigo o enemigo?
14 —Ninguno de los dos —contestó—. Soy el comandante del ejército del SEÑOR. Entonces Josué cayó rostro en tierra ante él con reverencia. —Estoy a tus órdenes —dijo Josué—. ¿Qué quieres que haga tu siervo?
15 El comandante del ejército del SEÑOR contestó: —Quítate las sandalias, porque el lugar donde estás parado es santo. Y Josué hizo lo que se le indicó.

JOSUÉ CAPÍTULO 6

LA CAÍDA DE JERICÓ

 1 Ahora bien, las puertas de Jericó estaban bien cerradas, porque la gente tenía miedo de los israelitas. A nadie se le permitía entrar ni salir.
 2 Pero el SEÑOR le dijo a Josué: Te he entregado Jericó, a su rey y a todos sus guerreros fuertes.
 3 Tú y tus hombres de guerra marcharán alrededor de la ciudad una vez al día durante seis días.
 4 Siete sacerdotes caminarán delante del arca; cada uno llevará un cuerno de carnero. El séptimo día, marcharán alrededor de la ciudad siete veces mientras los sacerdotes tocan los cuernos.
 5 Cuando oigas a los sacerdotes dar un toque prolongado con los cuernos de carnero, haz que todo el pueblo grite lo más fuerte que pueda. Entonces los muros de la ciudad se derrumbarán, y el pueblo irá directo a atacar la ciudad.
 6 Entonces Josué reunió a los sacerdotes y les dijo: Tomen el arca del pacto del SEÑOR y asignen a siete sacerdotes para que caminen delante de ella, cada uno con un cuerno de carnero.
 7 Después, dio estas órdenes al pueblo: Marchen alrededor de la ciudad, los hombres armados irán al frente, delante del arca del SEÑOR.
 8 Después de que Josué le habló al pueblo, los siete sacerdotes con los cuernos de carnero comenzaron a marchar en la presencia del SEÑOR sonando los cuernos mientras marchaban, y el arca del pacto del SEÑOR los seguía.
 9 Algunos de los hombres armados marchaban delante de los sacerdotes que llevaban los cuernos, y otros iban detrás del arca mientras los sacerdotes seguían sonando los cuernos.
10 No griten, ni siquiera hablen —ordenó Josué—. Que no salga ni una sola palabra de ninguno de ustedes hasta que yo les diga que griten. ¡Entonces griten!
11 Así que, ese día, llevaron el arca del SEÑOR alrededor de la ciudad sólo una vez, y luego todos regresaron para pasar la noche en el campamento.
12 Josué se levantó temprano a la mañana siguiente y, una vez más, los sacerdotes cargaron el arca del SEÑOR.
13 Los siete sacerdotes marcharon delante del arca del SEÑOR sonando los cuernos de carnero. Los hombres armados marcharon delante de los sacerdotes que llevaban los cuernos y detrás del arca del SEÑOR. Durante todo ese tiempo, los sacerdotes no dejaron de sonar los cuernos.
14 Ese segundo día, volvieron a marchar alrededor de la ciudad sólo una vez y regresaron al campamento. Hicieron lo mismo durante seis días seguidos.
15 El séptimo día, los israelitas se levantaron al amanecer y marcharon alrededor de la ciudad como lo habían hecho los días anteriores; pero esta vez, dieron siete vueltas alrededor de la ciudad.
16 En la séptima vuelta, mientras los sacerdotes daban el toque prolongado con los cuernos, Josué les ordenó a los israelitas: ¡Griten, porque el SEÑOR les ha entregado la ciudad!
17 Jericó y todo lo que hay en la ciudad deben ser destruidos por completo como una ofrenda al SEÑOR. sólo se les perdonará la vida a Rahab, la prostituta, y a los que se encuentren en su casa, porque ella protegió a nuestros espías.
18 No se queden con ninguna cosa que esté destinada para ser destruida, pues, de lo contrario, ustedes mismos serán destruidos por completo y traerán desgracia al campamento de Israel.
19 Todo lo que esté hecho de plata, de oro, de bronce o de hierro pertenece al SEÑOR y por eso es sagrado, así que colóquenlo en el tesoro del SEÑOR.
20 Cuando el pueblo oyó el sonido de los cuernos de carnero, gritó con todas sus fuerzas. De repente, los muros de Jericó se derrumbaron, y los israelitas fueron directo al ataque de la ciudad y la tomaron.
21 Con sus espadas, destruyeron por completo todo lo que había en la ciudad, incluidos hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, ovejas, cabras, burros y todo el ganado.
22 Mientras tanto, Josué les dijo a los dos espías: Cumplan su promesa con la prostituta. Vayan a su casa y sáquenla de allí junto con toda su familia.
23 Entonces los hombres que habían sido espías entraron en la casa y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y a todos los demás parientes que estaban con ella. Trasladaron a toda la familia a un lugar seguro, cerca del campamento de Israel.
24 Luego los israelitas quemaron la ciudad y todo lo que había en ella. Sólo conservaron las cosas hechas de plata, de oro, de bronce y de hierro para el tesoro de la casa del SEÑOR.
25 Así que Josué le perdonó la vida a la prostituta Rahab y a los parientes que estaban en su casa, porque ella escondió a los espías que él había enviado a Jericó. Y Rahab vive con los israelitas hasta el día de hoy.
26 En esa ocasión, Josué pronunció la siguiente maldición: Que la maldición del SEÑOR caiga sobre cualquiera que intente reconstruir la ciudad de Jericó. A costa de su hijo mayor, pondrá sus cimientos. A costa de su hijo menor, pondrá sus puertas.
27 Así que el SEÑOR estaba con Josué, y la fama de Josué se extendió por todo el territorio.

JOSUÉ CAPÍTULO 7

HAI DERROTA A LOS ISRAELITAS

 1 sin embargo, Israel desobedeció las instrucciones sobre lo que debía ser apartado para el SEÑOR. Un hombre llamado Acán había robado algunas de esas cosas consagradas, así que el SEÑOR estaba muy enojado con los israelitas. Acán era hijo de Carmi, un descendiente de Zimri, hijo de Zera, de la tribu de Judá.
 2 Josué envió a algunos de sus hombres desde Jericó para que espiaran la ciudad de Hai, que está al oriente de Betel, cerca de Bet-avén.
 3 Cuando regresaron, le dijeron a Josué: No es necesario que todos vayamos a Hai; bastará con dos mil o tres mil hombres para atacar la ciudad. Dado que ellos son tan pocos, no hagas que todo nuestro pueblo se canse teniendo que subir hasta allí.
 4 Así que enviaron a unos tres mil guerreros, pero fueron completamente derrotados. Los hombres de Hai
 5 persiguieron a los israelitas desde la puerta de la ciudad hasta las canteras y mataron como a treinta y seis que iban en retirada por la ladera. Los israelitas quedaron paralizados de miedo ante esto, y su valentía se desvaneció.
 6 Entonces Josué y los ancianos de Israel rasgaron sus ropas en señal de aflicción, se echaron polvo sobre la cabeza y se inclinaron rostro en tierra ante el arca del SEÑOR hasta que cayó la tarde.
 7 Entonces Josué clamó: —Oh, Soberano SEÑOR, ¿por qué nos hiciste cruzar el río Jordán si vas a dejar que los amorreos nos maten? ¡Si tan sólo nos hubiéramos conformado con quedarnos del otro lado!
 8 SEÑOR, ¿qué puedo decir ahora que Israel tuvo que huir de sus enemigos?
 9 Pues cuando los cananeos y todos los demás pueblos de la región oigan lo que pasó, nos rodearán y borrarán nuestro nombre de la faz de la tierra. Y entonces, ¿qué pasará con la honra de tu gran nombre?
10 Pero el SEÑOR le dijo a Josué: —¡Levántate! ¿Por qué estás ahí con tu rostro en tierra?
11 ¡Israel ha pecado y ha roto mi pacto! Robaron de lo que les ordené que apartaran para mí. Y no sólo robaron sino que además mintieron y escondieron los objetos robados entre sus pertenencias.
12 Por esa razón, los israelitas huyen derrotados de sus enemigos. Ahora Israel mismo será apartado para destrucción. No seguiré más con ustedes a menos que destruyan esas cosas que guardaron y que estaban destinadas para ser destruidas.
13 ¡Levántate! Ordénale al pueblo que se purifique, a fin de prepararse para mañana. Pues esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: «En medio de ti, oh Israel, están escondidas las cosas apartadas para el SEÑOR. Nunca derrotarás a tus enemigos hasta que quites esas cosas que tienes en medio de ti».
14 Mañana por la mañana, deberán presentarse por tribus, y el SEÑOR señalará a la tribu del culpable. Esa tribu, con sus clanes, deberá dar un paso al frente, y el SEÑOR señalará al clan culpable. Entonces ese clan dará un paso al frente, y el SEÑOR señalará a la familia culpable. Por último, cada miembro de la familia culpable deberá dar un paso al frente, uno por uno.
15 El que haya robado de lo que estaba destinado para ser destruido será quemado con fuego, junto con todo lo que tiene, porque ha roto el pacto del SEÑOR y ha hecho algo horrible en Israel.

EL PECADO DE ACÁN

16 Temprano a la mañana siguiente, Josué presentó a las tribus de Israel delante del SEÑOR, y la tribu de Judá fue la señalada.
17 Entonces los clanes de Judá dieron un paso al frente, y el clan de Zera fue el señalado. Luego las familias de Zera dieron un paso al frente, y la familia de Zimri fue la señalada.
18 Por último, a cada miembro de la familia de Zimri se le hizo pasar al frente uno por uno, y Acán fue el señalado.
19 Entonces Josué le dijo a Acán: —Hijo mío, da gloria al SEÑOR, Dios de Israel, y di la verdad. Confiesa y dime lo que has hecho. No me lo escondas.
20 Acán respondió: —¡Es cierto! He pecado contra el SEÑOR, Dios de Israel.
21 Entre el botín, vi un hermoso manto de Babilonia, doscientas monedas de plata y una barra de oro que pesaba más de medio kilo. Los deseaba tanto que los tomé. Está todo enterrado debajo de mi carpa; la plata la enterré aún más profundo que el resto de las cosas.
22 Así que Josué envió a algunos hombres para que investigaran. Ellos fueron corriendo a la carpa y encontraron allí escondidos los objetos robados, tal como Acán había dicho, con la plata enterrada debajo del resto.
23 Entonces tomaron las cosas de la carpa y se las llevaron a Josué y a los demás israelitas. Luego las pusieron sobre el suelo, en la presencia del SEÑOR.
24 Después, Josué y todos los israelitas tomaron a Acán junto con la plata, el manto y la barra de oro, también tomaron a sus hijos e hijas, su ganado, sus asnos, sus ovejas, sus cabras, su carpa y todo lo que él tenía y los llevaron al valle de Acor.
25 Luego Josué le dijo a Acán: ¿Por qué nos has traído esta desgracia? Ahora el SEÑOR te traerá desgracia a ti. Entonces todos los israelitas apedrearon a Acán y a su familia, y quemaron los cuerpos.
26 Apilaron un montón de piedras sobre Acán, las cuales siguen allí hasta el día de hoy. Por eso, desde entonces, al lugar se le llama valle de la Desgracia. Así el SEÑOR dejó de estar enojado.

JOSUÉ CAPÍTULO 8

LOS ISRAELITAS DERROTAN A HAI

 1 Entonces el SEÑOR le dijo a Josué: No tengas miedo ni te desanimes. Toma a todos tus hombres de guerra y ataca la ciudad de Hai, porque te he entregado al rey de Hai, a su pueblo, su ciudad y su tierra.
 2 Los destruirás tal como destruiste a Jericó y a su rey. Pero esta vez podrán quedarse con el botín y los animales. Preparen una emboscada detrás de la ciudad.
 3 Entonces Josué y todos los hombres de guerra salieron a atacar a Hai. Josué eligió a treinta mil de sus mejores guerreros y los envió de noche
 4 con la siguiente orden: Escóndanse en emboscada no muy lejos detrás de la ciudad y prepárense para entrar en acción.
 5 Cuando nuestro ejército principal ataque, los hombres de Hai saldrán a pelear como lo hicieron antes, y nosotros huiremos de ellos.
 6 Dejaremos que nos persigan hasta alejarlos de la ciudad. Pues dirán: «Los israelitas huyen de nosotros como lo hicieron antes». Entonces, mientras nosotros huimos de ellos,
 7 ustedes saldrán de golpe de su escondite y tomarán posesión de la ciudad. Pues el SEÑOR su Dios la entregará en sus manos.
 8 Prendan fuego a la ciudad, tal como el SEÑOR lo ordenó. Esas son las instrucciones.
 9 Entonces salieron y fueron al lugar de la emboscada, entre Betel y el lado occidental de Hai; pero esa noche, Josué se quedó con el pueblo en el campamento.
10 Temprano a la mañana siguiente, Josué despertó a sus hombres y emprendió la marcha hacia Hai, acompañado por los ancianos de Israel.
11 Todos los hombres de guerra que estaban con Josué marcharon por delante de la ciudad y acamparon al norte de Hai, donde un valle los separaba de la ciudad.
12 Esa noche, Josué envió a cinco mil hombres para que esperaran escondidos entre Betel y Hai, al occidente de la ciudad.
13 De esa manera, el ejército principal se estableció en el norte, y la emboscada al occidente de la ciudad. Josué, por su parte, pasó la noche en el valle.
14 Cuando el rey de Hai vio a los israelitas del otro lado del valle, se apresuró a salir temprano por la mañana con todo su ejército y los atacó desde un lugar con vista al valle del Jordán; pero no se dio cuenta de que había una emboscada detrás de la ciudad.
15 Entonces Josué y el ejército israelita huyeron en retirada hacia el desierto como si los hubieran vencido por completo.
16 Así que llamaron a todos los hombres de la ciudad, para que salieran a perseguirlos. De esa manera, los alejaron de la ciudad.
17 No quedó ni un solo hombre en Hai o en Betel que no persiguiera a los israelitas, y la ciudad quedó completamente desprotegida.
18 Entonces el SEÑOR le dijo a Josué: Apunta hacia Hai con la lanza que tienes en la mano, porque te entregaré la ciudad. Así que Josué hizo lo que se le ordenó.
19 En cuanto Josué dio la señal, todos los hombres que esperaban en la emboscada salieron de golpe de sus puestos e invadieron la ciudad en masa. Enseguida la sitiaron y le prendieron fuego.
20 Cuando los hombres de Hai miraron hacia atrás, vieron que salía tanto humo de la ciudad que cubría el cielo, y ya no tenían adónde ir. Pues los israelitas que habían huido hacia el desierto se dieron vuelta y atacaron a los que los perseguían.
21 Cuando Josué y todos los demás israelitas vieron que la emboscada había dado resultado y que de la ciudad salía humo, se dieron vuelta y atacaron a los hombres de Hai.
22 Mientras tanto, los israelitas que habían entrado en la ciudad salieron y atacaron al enemigo por la retaguardia. De esa manera los hombres de Hai quedaron atrapados en medio, ya que los guerreros israelitas los encerraron por ambos lados. Israel los atacó, y no sobrevivió ni escapó una sola persona.
23 Sólo al rey de Hai lo capturaron vivo y lo llevaron ante Josué.
24 Cuando el ejército israelita terminó de perseguir y de matar a todos los hombres de Hai en campo abierto, regresó y acabó con la gente que había quedado en la ciudad.
25 Ese día fue exterminada toda la población de Hai, incluidos hombres y mujeres, doce mil personas en total.
26 Pues Josué mantuvo la lanza extendida hasta que todos los habitantes de Hai fueron totalmente destruidos.
27 sólo los animales y los tesoros de la ciudad no fueron destruidos, porque los israelitas los tomaron como botín, tal como el SEÑOR le había ordenado a Josué.
28 Luego Josué incendió la ciudad de Hai, la cual se convirtió en un montón de ruinas y aún sigue desolada hasta el día de hoy.
29 Entonces Josué atravesó al rey de Hai con un poste afilado y lo dejó allí colgado hasta la tarde. A la puesta del sol, los israelitas bajaron el cuerpo como Josué ordenó y lo arrojaron frente a la puerta de la ciudad. Apilaron un montón de piedras sobre él, las cuales todavía pueden verse hasta el día de hoy.

EL PACTO DEL SEÑOR ES RENOVADO

30 Luego Josué construyó un altar al SEÑOR, Dios de Israel, en el monte Ebal.
31 siguió los mandatos que Moisés, siervo del SEÑOR, había escrito en el libro de instrucción: Háganme un altar con piedras sin labrar y que no hayan sido trabajadas con herramientas de hierro. Entonces presentaron sobre el altar ofrendas quemadas y ofrendas de paz al SEÑOR.
32 Y mientras los israelitas observaban, Josué copió en las piedras del altar las instrucciones que Moisés les había dado.
33 Después, todo Israel —tanto los extranjeros como los israelitas de nacimiento— junto con sus ancianos, jefes y jueces fue dividido en dos grupos. Un grupo se paró frente al monte Gerizim, y el otro, delante del monte Ebal. Ambos grupos quedaron frente a frente y, entre ellos, estaban los sacerdotes levitas que llevaban el arca del pacto del SEÑOR. Todo se hizo de acuerdo a las órdenes que Moisés, siervo del SEÑOR, había dado previamente para bendecir al pueblo de Israel.
34 Entonces Josué le leyó al pueblo todas las bendiciones y maldiciones que Moisés había escrito en el libro de instrucción.
35 Cada palabra de cada mandato que Moisés había dado se leyó a todos los israelitas reunidos en asamblea, incluso a las mujeres, a los niños y a los extranjeros que vivían entre ellos.


REFLEXIÓN


CUIDADO CON LO QUE LE PERTENECE A DIOS

¡Israel ha pecado y ha roto mi pacto! Robaron de lo que les ordené que apartaran para mí. Y no sólo robaron sino que además mintieron y escondieron los objetos robados entre sus pertenencias.
 (Josué 7:11)

Debemos siempre tener cuidado con lo que destinamos para ofrendar a Dios, tanto lo que prometemos como lo que Él pide, es de su pertenencia. Así que con lo que se ofrenda a Dios se debe administrar de acuerdo a su voluntad y no de acuerdo a lo que nos parezca a nosotros. Lo que ofrendamos le pertenece a Dios, no nos pertenece a nosotros. Administrarlo de acuerdo a lo que creemos y de acuerdo a nuestro criterio, es robar lo que le pertenece a Dios. Destinar lo que decidimos dar para la ofrenda a Dios para otra cosa, también eso es robarle a Dios. O destinar lo ofrendado a Dios, para otra cosa que no esté dentro de su voluntad, indiscutiblemente también es robarle a Él. 

ORACIÓN


Mi Dios ayúdame a siempre administrar correctamente, lo destinado a ser ofrendado a ti. Amén. 



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