sábado, 25 de abril de 2015

LECTURA 25 DE ABRIL

DÍA 115

25 DE RABIL (2º REYES 3:1-5:27)

CAPÍTULO 3

JORAM SUBE AL TRONO DE ISRAEL

1 Joram hijo de Acab comenzó a reinar sobre Israel en Samaria, en el año 18 de Josafat, rey de Judá; y reinó 12 años.

2 El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, aunque no como su padre y su madre, porque quitó la piedra ritual de Baal que había hecho su padre. 3 Sin embargo, persistió en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.

ELISEO PREDICE LA VICTORIA SOBRE MOAB

4 Mesa, rey de Moab, que era ganadero, pagaba al rey de Israel como tributo 100.000 corderos, más la lana de otros 100.000 carneros. 5 Pero sucedió que cuando murió Acab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel. 6 Entonces el rey Joram salió de Samaria y pasó revista a todo Israel. 7 También fue y envió a decir a Josafat, rey de Judá:

—El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Irás conmigo a la guerra contra Moab?

El respondió:

—Sí, iré. Yo soy como tú eres; mi pueblo es como tu pueblo, y mis caballos son como tus caballos. 8 -Y añadió-: ¿Por qué camino iremos?

Joram respondió:

—Por el camino del desierto de Edom.

9 Partieron, pues, el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom, y dieron un rodeo de siete días, hasta que les faltó agua para el ejército y para los animales que les acompañaban. 10 Entonces el rey de Israel dijo:

—¡Ay! ¡Jehovah ha traído a estos tres reyes para entregarlos en mano de los moabitas!

11 Y Josafat preguntó:

—¿No hay aquí algún profeta de Jehovah, para que consultemos a Jehovah por medio de él?
Uno de los servidores del rey de Israel respondió diciendo:

—Aquí está Eliseo hijo de Safat, el que solía verter agua en las manos de Elías.

12 Y Josafat dijo:

—La palabra de Jehovah está con él.

El rey de Israel, Josafat y el rey de Edom fueron a él, 13 y Eliseo dijo al rey de Israel:

—¿Qué tengo yo que ver contigo? ¡Vete a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre!

Pero el rey de Israel le respondió:

—No, porque Jehovah ha convocado a estos tres reyes para entregarlos en mano de los moabitas.

14 Entonces Eliseo dijo:

—¡Vive Jehovah de los Ejércitos, a quien sirvo, que si yo no tuviese respeto por Josafat, rey de Judá, no te atendería ni te miraría. 15 Pero ahora, traedme un músico.

Sucedió que mientras el músico tañía, la mano de Jehovah vino sobre Eliseo, 16 y éste dijo:

—Así ha dicho Jehovah: "Haced varios diques en este valle. 17 Porque así ha dicho Jehovah: No veréis viento ni lluvia, pero este valle se llenará de agua; y beberéis vosotros, vuestros animales y vuestro ganado." 18 Esto es poca cosa a los ojos de Jehovah; él también entregará a los moabitas en vuestra mano. 19 Y destruiréis toda ciudad fortificada y toda ciudad importante. Derribaréis todos los árboles buenos, cegaréis todos los manantiales de agua y arruinaréis con piedras todo campo fértil.

LOS MOABITAS SON DERROTADOS

20 Aconteció que por la mañana, a la hora en que se suele presentar la ofrenda vegetal, he aquí que llegaron las aguas por el camino de Edom, y la tierra se llenó de agua.

21 Cuando todos los de Moab oyeron que los reyes subían para combatir contra ellos, convocaron a todos, desde los que apenas podían ceñirse las armas en adelante, y se situaron en la frontera. 22 Cuando se levantaron temprano por la mañana y el sol resplandeció sobre las aguas, los de Moab vieron desde lejos las aguas rojas como sangre. 23 Entonces dijeron:

—Esto es sangre. Sin duda, los reyes han peleado entre sí, y cada uno ha dado muerte a su compañero. ¡Ahora pues, Moab, al botín!

24 Pero cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas y atacaron a los de Moab, los cuales huyeron ante ellos. E invadieron el país, matando a los de Moab 25 y desolando las ciudades. Cada uno echó su piedra en todas las tierras fértiles, y las llenaron. También cegaron todos los manantiales de agua y derribaron todos los árboles buenos, hasta que sólo Quir-jaréset quedó con sus piedras, pero los que tiraban la honda la rodearon y la atacaron.

26 Cuando el rey de Moab vio que la batalla se le hacía demasiado difícil, tomó consigo a 700 hombres que sacaban espada, para irrumpir contra el rey de Edom; pero no pudieron. 27 Entonces él tomó a su hijo primogénito, el que había de reinar en su lugar, y lo ofreció en holocausto sobre el muro. Y hubo gran ira contra los israelitas, quienes se retiraron de allí y regresaron a su tierra.

CAPÍTULO 4

ELISEO Y EL ACEITE DE LA VIUDA

1 Entonces una mujer, que fuera esposa de uno de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo diciendo:

—Tu siervo, mi marido, ha muerto. Tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehovah, pero el acreedor ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos suyos.

2 Y Eliseo le preguntó:

—¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa.

Ella respondió:

—Tu sierva no tiene ninguna cosa en casa, excepto un frasco de aceite.

3 El le dijo:

—Vé y pide prestadas vasijas de fuera, de todas tus vecinas, vasijas vacías; no pidas pocas. 4 Luego entra, cierra la puerta detrás de ti y de tus hijos, y vierte el aceite en todas esas vasijas. Y cuando una esté llena, ponla aparte.

5 Ella se apartó de él y cerró la puerta detrás de sí y de sus hijos. Ellos le traían las vasijas, y ella vertía el aceite. 6 Y sucedió que cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo:

—Tráeme otra vasija.

Y le respondió:

—No hay más vasijas.

Entonces el aceite cesó. 7 Luego ella fue y se lo contó al hombre de Dios, quien dijo:

—Anda, vende el aceite y paga tu deuda, y tú y tus hijos vivid de lo que quede.

ELISEO ANUNCIA UN HIJO A UNA SUNAMITA

8 Aconteció que cierto día pasaba Eliseo por Sunem. Y había allí una mujer importante, quien le invitó insistentemente a comer. Y sucedía que cada vez que él pasaba, entraba allí a comer. 9 Entonces ella dijo a su marido:

—He aquí, yo sé que este hombre que siempre pasa por nuestra casa es un santo hombre de Dios. 10 Hagamos un pequeño cuarto en la azotea, y pongamos allí una cama, una mesa, una silla y una lámpara para él, a fin de que cuando venga a nosotros, pueda quedarse allí.

11 Aconteció que cierto día él llegó por allí, subió al cuarto y se acostó allí. 12 Entonces dijo a Guejazi, su criado:

—Llama a esta sunamita.

Cuando la llamó, ella se presentó delante de él; 13 y Eliseo dijo a Guejazi:

—Dile: "He aquí, tú te has preocupado de nosotros con todo este cuidado. ¿Qué se puede hacer por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al jefe del ejército?"

Pero ella respondió:

—Yo habito en medio de mi pueblo.

14 Eliseo preguntó:

—¿Qué, pues, haremos por ella?

Y Guejazi respondió:

—A la verdad, ella no tiene hijos, y su marido es viejo.

15 Entonces Eliseo dijo:

—Llámala.

El la llamó, y ella se detuvo a la puerta. 16 Entonces él dijo:

—El año que viene, por este tiempo, tú abrazarás un hijo.

Ella dijo:

—¡No, señor mío, hombre de Dios! ¡No engañes a tu sierva!

17 Pero la mujer concibió y dio a luz un hijo al año siguiente, por el tiempo que Eliseo le había dicho.

ELISEO RESUCITA AL HIJO DE LA SUNAMITA

18 Cuando el niño creció, sucedió cierto día que fue a donde estaban su padre y los segadores. 19 Y dijo a su padre:

—¡Mi cabeza, mi cabeza!

Y el padre dijo a su criado:

—Llévalo a su madre.

20 Lo tomó y lo llevó a su madre. El niño estuvo recostado sobre las rodillas de ella hasta el mediodía; luego murió. 21 Entonces ella subió, lo acostó sobre la cama del hombre de Dios, cerró la puerta y salió. 22 Después llamó a su marido y le dijo:

—Te ruego que me mandes uno de los criados y una de las asnas, para que yo corra hacia el hombre de Dios y regrese.

23 El preguntó:

—¿Para qué vas a verle hoy? No es luna nueva ni sábado.

Y ella respondió:

—Paz.

24 Después hizo aparejar el asna y dijo a su criado:

—Toma la rienda y anda. No te detengas por mí en el viaje, a menos que yo te lo diga.

25 Ella se marchó y llegó a donde estaba el hombre de Dios, en el monte Carmelo. Y sucedió que cuando el hombre de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Guejazi:

—He allí la sunamita. 26 Ahora, por favor, corre a su encuentro y pregúntale: "¿Te va bien? ¿Le va bien a tu marido? ¿Le va bien a tu hijo?"

Y ella respondió:

—Bien.

27 Cuando ella llegó al monte, al hombre de Dios, se asió de sus pies. Guejazi se acercó para apartarla, pero el hombre de Dios le dijo:

—Déjala, porque su alma está en amargura. Jehovah me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado.

28 Ella dijo:

—¿Acaso pedí yo un hijo a mi señor? ¿No te dije que no me llenaras de falsas esperanzas?

29 Entonces él dijo a Guejazi:

—Ciñe tus lomos, toma mi bastón en tu mano y anda. Si encuentras a alguien, no le saludes. Si alguien te saluda, no le respondas. Y pon mi bastón sobre la cara del niño.

30 La madre del niño dijo:

—¡Vive Jehovah, y vive tu alma, que no me apartaré de ti!

31 Entonces él se levantó y la siguió. Guejazi se adelantó a ellos y puso el bastón sobre la cara del niño. Pero éste no habló ni reaccionó, de modo que Guejazi volvió al encuentro de Eliseo y le dijo:

—El niño no se ha despertado.

32 Cuando Eliseo llegó a la casa, he aquí que el niño estaba muerto, tendido sobre su cama. 33 Entonces entró, cerró la puerta detrás de ellos dos, y oró a Jehovah. 34 Después subió y se echó sobre el niño, su boca sobre su boca, sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre sus manos. Así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entró en calor. 35 Luego se volvió y se paseaba por la casa de un lado a otro. Después subió y se tendió sobre el niño, y el niño estornudó siete veces. Luego el niño abrió sus ojos. 36 Entonces Eliseo llamó a Guejazi y le dijo:

—Llama a esta sunamita.

El la llamó, y cuando ella entró, Eliseo le dijo:

—Toma a tu hijo.

37 Cuando ella entró, se echó a los pies de él, y se postró en tierra. Después tomó a su hijo y salió.

ELISEO ELIMINA EL VENENO DEL GUISO

38 Eliseo regresó a Gilgal, cuando había hambre en el país. Los hijos de los profetas estaban sentados delante de él. Entonces dijo a su criado:

—Pon la olla grande y prepara un guiso para los hijos de los profetas.

39 Uno de ellos salió al campo para recoger hierbas, y halló una vid silvestre. Tomó de ella calabazas silvestres llenando su falda; y cuando regresó, las cortó en tajadas echándolas en la olla del guiso, aunque no sabía qué eran. 40 Luego lo sirvieron para que comieran los hombres. Pero sucedió que cuando comían del guiso, ellos gritaron diciendo:

—¡Oh hombre de Dios, hay muerte en la olla!

Y no lo pudieron comer. 41 Entonces Eliseo dijo:

—Traed harina.

La esparció en la olla y dijo:

—Sirve a la gente para que coman.

Y ya no hubo nada malo en la olla.

ELISEO MULTIPLICA EL PAN

42 Entonces vino un hombre de Baal-salisa, trayendo en su alforja alimentos de primicias para el hombre de Dios: veinte panes de cebada y espigas de grano nuevo.

Y Eliseo dijo:

—Da a la gente para que coma.

43 Y su criado respondió:

—¿Cómo voy a poner esto delante de 100 hombres?

Pero él volvió a decir:

—Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehovah: "Comerán, y sobrará."

44 Entonces él lo puso delante de ellos. Y comieron, y sobró, conforme a la palabra de Jehovah.

CAPÍTULO 5

ELISEO SANA A NAAMÁN DE SU LEPRA

1 Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre muy importante delante de su señor y tenido en gran estima, porque por medio de él Jehovah había librado a Siria. El hombre era un guerrero valiente, pero leproso.

2 Los sirios habían salido en incursiones y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la esposa de Naamán. 3 Ella dijo a su señora:

—¡Ojalá mi señor se presentase al profeta que está en Samaria! Pues él lo sanaría de su lepra.
4 Naamán entró y habló a su señor, diciendo:

—Así y así ha dicho la muchacha que es de la tierra de Israel.

5 El rey de Siria le dijo:

—Anda, vé, y yo enviaré una carta al rey de Israel.

Partió, pues, llevando consigo 10 talentos de plata, 6.000 siclos de oro y 10 vestidos nuevos. 6 También llevó la carta para el rey de Israel, la cual decía así:

Ahora, cuando esta carta llegue a ti, sabrás que yo te he enviado a mi servidor Naamán, para que lo sanes de su lepra.

7 Y sucedió que cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras y dijo:

—¿Acaso soy yo Dios, para dar la muerte o dar la vida, y para que éste me envíe un hombre, a fin de que yo lo sane de su lepra? ¡Considerad, pues, y ved cómo él busca ocasión contra mí!

8 Pero sucedió que cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, envió a decir al rey: "¿Por qué has rasgado tus vestiduras? ¡Que venga a mí, y sabrá que hay profeta en Israel!"

9 Entonces Naamán llegó con sus caballos y su carro, y se detuvo ante la puerta de la casa de Eliseo. 10 Y Eliseo le envió un mensajero que le dijo:

—Vé, lávate siete veces en el Jordán, y tu carne te será restaurada, y serás limpio.

11 Naamán se enfureció y se fue diciendo:

—He aquí, yo pensaba que seguramente él saldría, que puesto de pie invocaría el nombre de Jehovah su Dios, y que moviendo su mano sobre el lugar, sanaría la parte leprosa. 12 ¿No son los ríos de Damasco, el Abana y el Farfar, mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podría yo lavarme en ellos y ser limpio?

Y dando la vuelta, se iba enojado. 13 Pero sus siervos se acercaron a él y le hablaron diciendo:

—Padre mío, si el profeta te hubiera mandado alguna cosa grande, ¿no la habrías hecho? Con mayor razón si él te dice: "Lávate y serás limpio."

14 Entonces él descendió y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne se volvió como la carne de un niño pequeño, y quedó limpio.

15 Luego Naamán volvió al hombre de Dios, él con toda su comitiva. Llegó y se detuvo delante de él, y dijo:

—¡He aquí, yo reconozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel! Ahora pues, acepta, por favor, un presente de parte de tu siervo.

16 Pero Eliseo dijo:

—¡Vive Jehovah, a quien sirvo, que no aceptaré nada!

Naamán le insistió para que lo aceptase, pero él rehusó. 17 Entonces Naamán dijo:

—Si no, por favor, sea dada a tu siervo una carga de esta tierra, que pueda ser llevada por un par de mulas; porque de aquí en adelante tu siervo no ofrecerá holocausto ni sacrificio a otros dioses, sino sólo a Jehovah. 18 Pero Jehovah perdone esto a tu siervo: Cuando mi señor entre en el templo de Rimón para adorar allí, y él se apoye en mi brazo y yo me incline en el templo de Rimón (cuando yo tenga que inclinarme en el templo de Rimón), que Jehovah perdone esto a tu siervo.

19 Y le dijo:

—Vé en paz.

GUEJAZI CONTRAE LA LEPRA DE NAAMÁN

Cuando Naamán se alejó de él y había recorrido cierta distancia, 20 Guejazi, criado de Eliseo, el hombre de Dios, pensó: "He aquí que mi señor ha eximido a este sirio Naamán y no ha tomado de su mano las cosas que él trajo. ¡Vive Jehovah, que ciertamente correré tras él y conseguiré de él alguna cosa!"

21 Guejazi siguió a Naamán; y cuando Naamán vio que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle y le preguntó:

—¿Está todo bien?

22 Y él respondió:

—Sí, pero mi señor me envía a decir: "He aquí, en este momento han llegado a mí dos jóvenes de los hijos de los profetas, de la región montañosa de Efraín. Te ruego que des para ellos un talento de plata y dos vestidos nuevos."

23 Entonces Naamán dijo:

—Dígnate aceptar dos talentos.

El le insistió y ató en dos bolsas dos talentos y dos vestidos nuevos. Y los entregó a dos de sus criados para que los llevasen delante de él. 24 Cuando llegaron a la colina, él los tomó de sus manos y los guardó en casa. Luego despidió a los hombres, y se fueron. 25 Entonces él entró y se puso de pie delante de su señor. Y Eliseo le preguntó:

—¿De dónde vienes, Guejazi?

Y él respondió:

—Tu siervo no ha ido a ninguna parte.

26 Entonces Eliseo le dijo:

—¿No estuvo allí mi corazón cuando el hombre volvió de su carro a tu encuentro? ¿Es ésta la ocasión de aceptar dinero o de aceptar ropa, olivares, viñas, ovejas, vacas, siervos y siervas? 27 Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tus descendientes, para siempre.

Entonces salió de su presencia leproso, blanco como la nieve.


SIRVIENDO A DIOS CORRECTAMENTE


REFLEXIÓN

¡Vive Jehovah de los Ejércitos, a quien sirvo, que si yo no tuviese respeto por Josafat, rey de Judá, no te atendería ni te miraría. (2Rey. 3:14)

Ya leímos anteriormente como Dios prospera a Acab contra los Sirios, un rey que había instituido la idolatría en Israel. Ahora es uno de sus hijos, que pide nuevamente el favor de Dios. Pero eta en juego es la reputación de Dios, y no la de Joram o la Acab. Dios no está aprobando la conducta de ellos ni los está recompensando, solo está resguardando el honor de su propio nombre. Yo pienso cual será el costo para este tipo de persona, en las cuales Dios actúa por medio de ellos porque hay necesidad en medio de su pueblo; pero su conducta no es la más apropiada. Si los comparamos con estos reyes, entonces el costo es bien elevado. Así que cuidémonos de servir a Dios adecuadamente, y no saquemos provecho de la gracia.

ORACIÓN

Mi Dios quiero servirte correctamente, ayúdame a mantenerme recto delante de ti. Amén.





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